domingo, 31 de mayo de 2015

El viernes 15 de mayo quedaron ratificadas demasiadas verdades. Una de ellas de tinte filosófico político, si es que ambos significantes pueden separarse. 
Durante gran parte de los años ´90, y antes también, cientos de especialistas de la realidad, esos chamuyeros que reciben miles de dólares por repetir sentencias que ni ellos se las creen, nos dijeron que la Historia, así, con mayúsculas, había finalizado. A grandes razgos, se trataba del velorio a un barbudo que allá lejos, hacía más de cien años, había afirmado que el enfrentamiento de las clases motorizaba el funcionamiento del mundo. Muchos lo creyeron, lo hicieron dogma y asistieron al entierro vestidos de frac y con una enorme sonrisa en sus caras. 
Dos cuestiones. Una, el viernes 15 de mayo escribimos, todos y todas, un gran relato. Uno que es parte de una novela aún más extensa, que no se terminó. Dos, hicimos historia. Pero no desde la soberbia. Jamás a partir de creernos superiores. Todo lo contrario. Hicimos historia porque nadie más que nosotros, hombres y mujeres, podemos hacerla. 
La historia con mayúsculas no existe por fuera de nuestros cuerpos y mentes. Lo que intentaban decirnos, y aún lo hacen, es que nosotros ya no éramos protagonistas, que no teníamos poder de decisión, que se trataba, en definitiva, de la muerte de los grandes relatos.
Trataron de convencernos de que muerto el perro, muerta la rabia. Grave error. La rabia nunca se extingue. Es como el fuego. Arrasa con todo.

La rabia y el motor de la historia

El viernes 15 de mayo quedaron ratificadas demasiadas verdades. Una de ellas de tinte filosófico político, si es que ambos significantes pueden separarse. 
Durante gran parte de los años ´90, y antes también, cientos de especialistas de la realidad, esos chamuyeros que reciben miles de dólares por repetir sentencias que ni ellos se las creen, nos dijeron que la Historia, así, con mayúsculas, había finalizado. A grandes razgos, se trataba del velorio a un barbudo que allá lejos, hacía más de cien años, había afirmado que el enfrentamiento de las clases motorizaba el funcionamiento del mundo. Muchos lo creyeron, lo hicieron dogma y asistieron al entierro vestidos de frac y con una enorme sonrisa en sus caras. 
Dos cuestiones. Una, el viernes 15 de mayo escribimos, todos y todas, un gran relato. Uno que es parte de una novela aún más extensa, que no se terminó. Dos, hicimos historia. Pero no desde la soberbia. Jamás a partir de creernos superiores. Todo lo contrario. Hicimos historia porque nadie más que nosotros, hombres y mujeres, podemos hacerla. 
La historia con mayúsculas no existe por fuera de nuestros cuerpos y mentes. Lo que intentaban decirnos, y aún lo hacen, es que nosotros ya no éramos protagonistas, que no teníamos poder de decisión, que se trataba, en definitiva, de la muerte de los grandes relatos.
Trataron de convencernos de que muerto el perro, muerta la rabia. Grave error. La rabia nunca se extingue. Es como el fuego. Arrasa con todo.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El ex oficial Julio Torales fue condenado a 10 años de prisión e inhabilitación absoluta perpetua por las torturas cometidas a Luciano Arruga el 22 de septiembre de 2008. Además, el Tribunal desestimó el pedido de la defensa de imputar a Vanesa Orieta y Juan, amigo de Luciano y testigo en esta causa, por falso testimonio. Es el primer fallo de estas características en la provincia de Buenos Aires.


Aquí, el video del fallo y la concentración fuera del TOC Nº3.

Condena al policía Julio Diego Torales por torturas

El ex oficial Julio Torales fue condenado a 10 años de prisión e inhabilitación absoluta perpetua por las torturas cometidas a Luciano Arruga el 22 de septiembre de 2008. Además, el Tribunal desestimó el pedido de la defensa de imputar a Vanesa Orieta y Juan, amigo de Luciano y testigo en esta causa, por falso testimonio. Es el primer fallo de estas características en la provincia de Buenos Aires.


Aquí, el video del fallo y la concentración fuera del TOC Nº3.

domingo, 10 de mayo de 2015

Hace varios años atrás, un dolape francés, bastante piola, escribió mucho, sobre casi todo lo que se puede escribir. Entre esa totalidad, nos habló sobre la verdad. Narró, investigó una barbaridad sobre ese tema, pera concluir que no existe, a grandes rasgos, una verdad absoluta, y que la misma es una construcción que depende de las relaciones de fuerza que existan en determinado momento de la historia. Hablando mal y pronto, lo que ahora es algo irrefutable, ayer, hace un par de años o el siglo pasado, no lo era. 
Bien, amigo pelado, no queremos contradecirte, pero por acá, al Oeste de Buenos Aires, en un país que imagino oíste nombrar pero nunca pisaste, tenemos elementos suficientes para comentarte algunas verdades que hoy, ayer y pasado mañana serán siempre verdades. 
Primero, a Luciano le pasó lo que decimos que le pasó. Aquello que manifestamos, dijimos hasta el hartazgo, una y otra vez, acompañadas y acompañados por miles de voces, fue lo que sucedió. Y punto. Dos, Luciano no está, pero vive en nosotros para siempre. Habla a través de nuestros cuerpos, grita, se estremece y escupe, decenas de veces, cientos de verdades que lo exceden. Tercero, no somos tontas ni tontos, sabemos que existen, en este bendito mundo, máquinas de producir verdades que no manejamos, pero sí desafiamos. Las invitamos a mirarnos a los ojos y caminar junto a nosotros el sendero de la verdad y la justicia. En cuarta instancia, más allá de comprender que no se trata de un partido de fútbol, sabemos que hemos ganado. Y, por más de caer en homologías que hace diez caracteres rechazamos, lo hicimos por goleada, con caños, sombreros y varias jugadas donde todas y todos tocamos la pelota. ¿Por qué? Porque el precedente que sentamos excede toda justicia legal y legítima y se relaciona con el mundo de la política popular que invita a ganar la calle, juntarse, presionar, lograr que los que cometen atrocidades tengan que, al menos, mirarnos al ojos, o agachar la cabeza, como finalmente sucede con los cobardes. Que quede claro, nosotras y nosotros triunfamos, y no lo decimos con el diario del lunes. La lucha que nos precede no deja margen de dudas.
Estas son nuestras verdades, calvo querido. Hasta luego. 

Pequeña carta abierta a un calvo franchute

Hace varios años atrás, un dolape francés, bastante piola, escribió mucho, sobre casi todo lo que se puede escribir. Entre esa totalidad, nos habló sobre la verdad. Narró, investigó una barbaridad sobre ese tema, pera concluir que no existe, a grandes rasgos, una verdad absoluta, y que la misma es una construcción que depende de las relaciones de fuerza que existan en determinado momento de la historia. Hablando mal y pronto, lo que ahora es algo irrefutable, ayer, hace un par de años o el siglo pasado, no lo era. 
Bien, amigo pelado, no queremos contradecirte, pero por acá, al Oeste de Buenos Aires, en un país que imagino oíste nombrar pero nunca pisaste, tenemos elementos suficientes para comentarte algunas verdades que hoy, ayer y pasado mañana serán siempre verdades. 
Primero, a Luciano le pasó lo que decimos que le pasó. Aquello que manifestamos, dijimos hasta el hartazgo, una y otra vez, acompañadas y acompañados por miles de voces, fue lo que sucedió. Y punto. Dos, Luciano no está, pero vive en nosotros para siempre. Habla a través de nuestros cuerpos, grita, se estremece y escupe, decenas de veces, cientos de verdades que lo exceden. Tercero, no somos tontas ni tontos, sabemos que existen, en este bendito mundo, máquinas de producir verdades que no manejamos, pero sí desafiamos. Las invitamos a mirarnos a los ojos y caminar junto a nosotros el sendero de la verdad y la justicia. En cuarta instancia, más allá de comprender que no se trata de un partido de fútbol, sabemos que hemos ganado. Y, por más de caer en homologías que hace diez caracteres rechazamos, lo hicimos por goleada, con caños, sombreros y varias jugadas donde todas y todos tocamos la pelota. ¿Por qué? Porque el precedente que sentamos excede toda justicia legal y legítima y se relaciona con el mundo de la política popular que invita a ganar la calle, juntarse, presionar, lograr que los que cometen atrocidades tengan que, al menos, mirarnos al ojos, o agachar la cabeza, como finalmente sucede con los cobardes. Que quede claro, nosotras y nosotros triunfamos, y no lo decimos con el diario del lunes. La lucha que nos precede no deja margen de dudas.
Estas son nuestras verdades, calvo querido. Hasta luego. 


Alegatos

Fiscalía


Hemos recogido múltiples, serios y variados elementos para conformar la prueba que acredita la tortura a Luciano Arruga. El 22 de septiembre de 2008, entre las 11 y las 19:40, en el interior del destacamento de Lomas del Mirador, Luciano Nahuel Arruga, sospechado o presumido de haber cometido un ilícito, fue torturado física y psíquicamente. Física, mediante una brutal golpiza; y psíquica, mediante amenazas e intimidaciones: “sos un negro villero”, “negro rastrero”, “te vamos a mandar donde están los violines”. También le escupieron un sándwich y lo obligaron a comerlo.



La brutalidad, también, es el contexto: Luciano Arruga era menor, estaba incomunicado, esposado durante un período y en una cocina. Son responsables el imputado Julio Diego Torales junto a otros dos no identificados, por eso nos opusimos a que los presuntos sospechados presentaran declaración.



El “actor principal” de este episodio es Luciano Arruga, que nos marcó el camino hacia la verdad, que tuvo que vencer miedos y hasta su propia muerte para llegar aquí. Nos habló, incluso, a través de su madre, que no mostró ningún vestigio de odio, amenazas ni enemistad. Su madre llegó aquel día y preguntó qué pasaba, y hasta Torales declaró que fue muy respetuosa. Pretender, hoy, endilgarle a Luciano Arruga un ilícito es una cobardía y una canallada.



Su madre nos dijo que esperó inquieta hasta la llegada de Vanesa. Vanesa es otra voz a través de la que Luciano pudo manifestarse. Luciano le clama, le grita, le ruega: “Vane, sacame de acá que me están matando a golpes”. Hay que aclarar que Vanesa y Mónica no han tenido una sola contradicción en su discurso.



La madre, estoica, fue a buscar su partida de nacimiento. Sin dinero, sin medios, de zona oeste a zona sur, de Lomas del Mirador a Puente La Noria. A la vuelta, Mónica escuchó cómo le decían: “vos sos un chorro delincuente”. Cuando salen, ella no sólo ve un traumatismo y un cojeo, sino a un joven sumamente condolido.



Él pudo contar cómo le “gargajearon” un sándwich, y no hace falta explicar la diferencia entre gargajear y salivar. La madre, además, recordó que él dijo que mientras uno lo sostenía, Torales le pegaba. Vanesa no recordó bien esa secuencia, pero Mónica sí. Voy a usar un término de la hermana: la crueldad. La crueldad empleada por ellos no sólo produjo esos dolores que acreditaron la hermana, la madre y su amigo.



El médico que lo recibió expresó que los golpes que tenía se produjeron por un elemento contundente. Les voy a decir qué es un “elemento contundente”: un puño. La tortura es tortura, dice el tribunal internacional. No hay ningún motivo para justificarla. Nos vuelve a hablar Luciano a través de Rocío Gallegos, que escuchó cuando al día siguiente Vanesa hablaba por teléfono con Torales y le recriminaba que a Luciano le habían robado $20, que le escupieron un sándwich y lo amenazaron con violarlo.



Si bien Torales en su declaración intentó desligarse de los hechos, reconoce algunas circunstancias que acreditan lo que dice la fiscalía:

a) Luciano Arruga estuvo detenido ese día

b) Le gritó a su hermana

c) Estuvo en la cocina

d) Primero llegó la mamá y después la hermana



Además, Luciano nos habló a través de su cuerpo, dejó las improntas del dolor y el traumatismo. No sólo dolía su cuerpo, sino su alma, por eso fue caminando al Policlínico de San Justo sin tener un solo peso. Luciano cambió su comportamiento, dejó de ser alegre y pasó a ser callado y entristecido.



La tortura es un grave dolor físico y psicológico: ¿se puede decir que eso no está acreditado? El hecho encuadra absolutamente en el delito de torturas, ni a un miembro del ISIS se le puede hacer lo que se le hizo a él: no importa qué haya hecho. Además, es un joven del que no se sabe que haya hecho nada, y lo dice la constitución, no nosotros.



Voy a mencionar como atenuante la falta de condenas previas y como agravantes el hecho de que fuera menor, que lo sujetaban mientras le pegaban y que eran tres contra uno. Pedimos una pena de diez años de prisión para Julio Diego Torales, más la inhabilitación absoluta perpetua para ejercer como funcionario público.



Luciano nos vuelve a hablar, a mí y a ustedes, pidiendo justicia.






Querella

Juan Manuel Combi


Por la gravedad del caso, pedimos que comprendan la extensión de este alegato.



Señores jueces: hemos llegado hasta aquí con un poder. No es un poder oculto, es el poder de la verdad y la justicia. De los testimonios que Luciano Arruga nos dejó en vida, y de su valiente hermana y su madre. Señores jueces: se encuentra acreditado que el 22 de septiembre de 2008, en un procedimiento con dudosas legitimidad y legalidad, Luciano Arruga fue detenido y llevado al destacamento de Lomas del Mirador y recibido por Julio Diego Torales.



Torales lo golpeó con dos uniformados más, lo agredió, lo humilló, lo amenazó: “te vamos a llevar a la Octava con los violines”, “callate, negrito, porque si no volvés adentro”. Le escupieron un sándwich, también. Tenemos bien claro que sucedió ese día, la detención fue de dudosa legalidad y el señor Torales lo supo siempre. El señor Olmos lo dijo:

a) Fue sin testigos “porque es una villa”

b) Requisaron a un niño de 16 años

c) La forma en que se lo encontró: a eso de las 9 ocurrió el robo, a Luciano lo encontraron a metros de su casa y a siete cuadras del hecho, más de una hora después.

d) No se les informó absolutamente nada a Vanesa Orieta ni a Mónica Alegre.



No tuvo ninguna garantía. Un niño de 16 años.



Luego del traslado, alrededor de las 12:30 lo atendió la doctora del cuerpo médico, aunque su acta dice, irregularmente, 13:36. Dice, también, que no tenía lesiones y lo ratifica en su declaración. La doctora explicó cómo es el procedimiento: se observa con unas “luces blancas” y sólo se hace tacto si se nota alguna lesión. La doctora Fontela Vidal no encontró nada. Esto fue inmediatamente antes de ir al destacamento, según las actas. Cuando Luciano llega al destacamento, sin instalaciones. Está, además, prohibido alejar niños en destacamentos y comisarías, lo dicen resoluciones del Ministerio de Seguridad, lo dice el Comité Contra la Tortura de la ONU e infinidad de fallos.



Se encuentra acreditado que estaba en la cocina, y lo reconoció el propio imputado. Torales tenía poder de hecho sobre Luciano, Olmos declaró que se lo entregó a él. La señora Chapero, por otra parte, es pasible de imputación penal, por lo que sus dichos están dentro de su derecho a mentir para no autoincriminarse. Torales también sabía que Luciano era menor, Fontela lo describió en el parte médico y se lo manifestaron su madre y su hermana, pero eso no le importó y no tomó ningún recaudo especial. Lo reconoció el propio imputado.



Luciano Nahuel Arruga estuvo nueve horas en esa cocina, se acredita que entró alrededor de las 11 y que salió a las 19:35. El relato de Mónica fue clarísimo, el niño estaba incomunicado. Vanesa también lo expresó, no dieron ningún argumento. Incluso el señor Torales declaró que escuchaba gritos, y tan solo los gritos ameritaban su intervención, pero no intervino. Chapero también confirmó dónde estaba Luciano: en una cocina. Vanesa exigió reiteradamente verlo, nunca se le permitió.

El oficial se contradijo acerca de quiénes estaban y no dejaron constancia absolutamente de nada.



Clandestinidad.



En esa cocina estuvo Luciano Nahuel Arruga.

En esa cocina golpearon a Luciano Nahuel Arruga.

En esa cocina humillaron a Luciano Nahuel Arruga.



Todo esto está plenamente acreditado por los testimonio de Vanesa, Mónica, Rocío (amiga de Vanesa) y Gabriel (amigo de Luciano). Mónica cuenta que Torales le decía: “¿quién te pegó?”, y que Luciano respondió: “¡vos me pegaste!”.



Otra parte del elemento probatorio se configura con el testimonio del doctor González, que lo atendió en el Policlínico. Acredita el traumatismo en la región frontal y pómulo izquierdo con dos o tres horas de data. La única que no lo vio fue Fontela Vidal, tal vez porque Luciano no presentaba lesiones antes de entrar al destacamento, porque fueron producidas en el destacamento de Lomas del Mirador.



La defensa, incluso, preguntó si un cachetazo puede provocar la lesión asentada por González. González respondió: “tiene que ser un cachetazo como muy fuerte, si no, pared o puño”.



Los testimonios también acreditan amenazas, humillaciones, destratos y verdugueo. Amenazas, incluso, a la integridad sexual. Todo esto le generó secuelas, también acreditadas. Miedo: le pidió a Mónica que cuide a sus hermanitos, que cuando se vaya le ponga una camiseta de River. Eso, señores jueces, es miedo a la muerte, pero es el miedo a la muerte de un niño.



Vanesa volvió aquel día y lo llevó al Policlínico, eso demuestra valentía ¿Qué hubiese pasado si no lo hacía? No tendríamos la prueba prinipal. Rocío Gallegos también habló del comportamiento de Luciano, él le contó que la policía no lo dejaba circular por la calle de su casa. Lo dijo Gabriel: ya no quería ir a la plaza.



¿Qué es, para un niño de 16 años, estar nueve horas en cautiverio, con su mamá y su hermana ahí, escuchándolas sin poder verlas?



No existen dudas de que Torales torturó a Luciano.



Hay que aclarar que el testimonio de Vanesa y Mónica es verosímil, coherente y concordante. Recordemos que ellas buscaron a Luciano durante casi seis años y que en sus discursos no hay odio, venganza ni ensañamiento. Sus testimonios, hay que decirlo, alegan por sí mismos. No podemos decir lo mismo de los policías, que cuentan recuerdos que no recuerdan, no-recuerdos que recuerdan… Con la salvedad, además, de que Chapero es sospechosa.



Luciano estaba en un lugar de plena clandestinidad. La conclusión, señores jueces, es que Julio Diego Torales es co-autor (con otros dos, al menos) de los hechos que aquí se juzgan.




Maximiliano Medina

El hecho que consideramos probado, tipificado como torturas, es un delito especial. En primer lugar, sólo puede ser cometido por funcionarios públicos o con su complicidad. En segundo lugar, se perpetra contra detenidos legales o ilegales. En tercer lugar, debe haber poder de hecho sobre la víctima.



La pregunta es: ¿Los sufrimientos físicos y psíquicos padecidos por Luciano Arruga revisten la gravedad para ser calificados como torturas? Sí. La respuesta es sí. Fue detenido en circunstancias de dudosa legalidad, en un destacamento sin instalaciones, en una cocina, incomunicado prolongada e ininterrumpidamente. Fue mantenido absolutamente a merced del imputado. El contexto le provocó intensa angustia, incertidumbre, espera, sufrió la crueldad e incrementó paulatinamente su temor.



Las agresiones físicas aplicadas contra un indefenso en situación de privación ilegítima de la libertad agravan y extreman las condiciones de vulnerabilidad.



Le quebraron la vida, dijo Vanesa Orieta.



No olvidemos que fue golpeado en el rostro, con la intención de dejarlo marcado como un signo avergonzante. Los elementos psíquicos más contundentes fueron las amenazas contra la integridad sexual. Y así se le provocó una angustia psíquica y moral. La amenaza de sufrir una grave lesión física, señores, constituye la tortura.



Su situación fue de absoluta humillación: menoscavaron su dignidad, abatieron su orgullo, hirieron su amor propio y le provocaron sumisión. Le quebraron la vida. Luciano fue expuesto a una situación límite.

Las condiciones sociales lo vulnerabilizaban: su condición de niño, la pobreza, el trabajo precario. Luciano tenía la etiqueta de pibe chorro, de delincuente, de negro. Y el imputado se lo dijo.



Cualquier tipo de discriminación genera un ambiente en el que sea más fácil perpetrar la tortura, lo dice la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La tortura, señores, se nutre de la discriminación. Negro, rastrero, delincuente, todo eso le dijeron, y lo deshumanizaron. En palabras de Vanesa, le quebraron la vida.



¿Por qué no lo denunció? Hay que volver al barrio después de denunciar a un policía por torturas. Aún más cuando no se sostiene la ilusión de obtener justicia. Luciano sufrió incertidumbre por no saber, sufrió angustia e indefensión por el encierro, sufrió dolor físico y psíquico por la tortura, sufrió bronca y desesperación por la impunidad, sufrió irritabilidad y pérdida de ánimo como secuela, sufrió el silencio, el enojo, el llanto, la depresión, la tristeza, la inseguridad y el miedo.



Buscó refugio fuera del barrio y lo dijo Rocío. Dos semanas después de la detención, tenía miedo de transitar la cuadra de su casa.



Señores, hay que tener miedo de transitar la cuadra de la casa de uno.




Consideramos que el señor Torales es co-autor del delito de torturas. Identificamos como agravantes a la pluralidad de intervinientes, el aprovechamiento del cargo, la absoluta desaprensión, el mayor rango de Torales como responsable a cargo, la incomunicación prolongada a la que Luciano fue sometido y la extensión del daño causado en el tiempo. Identificamos como atenuante que el imputado no tiene antecedentes penales.



Pedimos la condena a 16 años de prisión y la inhabilitación absoluta perpetua para ejercer como funcionario público.



Reiteramos que este caso constituye una grave violación a los derechos humanos.





Defensa



Jordanes


Señores, un problema del que se habla es la cantidad de tiempo. Pero, ¿por qué? No tenía documentos. La familia se presentó sin la documentación que acreditara la identidad de Luciano ni el vínculo con su madre ¿Torales tiene la culpa de que Arruga se movilice sin DNI? No. No es un papelito. Hasta para entrar a un juicio se requiere el DNI, yo como abogado lo tengo que presentar para pedir un expediente. Las formalidades, señores, se respetan.



La mamá de Luciano Arruga no pudo hacer ir a ningún familiar y tuvo que ir ella a buscar la documentación. Es imposible que se le dé un menor a una persona que viene y dice “soy su mamá”, “soy su hermana”. Mucho menos si el menor está imputado de un delito.

Arruga supuestamente fue violentado, golpeado, “me están matando a palos”. Las esposas son de acero, ¿y las marcas? Fue a hacerse ver por un doctor que no conocía a Torales, y él declaró que si se sufre una golpiza no quedan marcas. Dijo que no. Su compañero lo corrige. Quiero decir, dijo que sí. Además, informó que las lesiones de Arruga pudieron producirse hasta diez minutos antes de que lo atendiera.



Apud mintió, Arruga no tenía marcas negras en la espalda, por lo que el médico dijo. El colmo de las acusaciones: el sándwich con “gargajos” ¿Luciano Arruga no se hacía respetar, según dijeron? Era un muchacho con calle, no iba a comer un sándwich escupido bajo amenaza de que le iban a pegar. Otra mentira que Diego Torales tiene que sufrir. Por lo que se acreditó, no hay nada. Vanesa no escuchó cómo le pegaban, sino que Luciano dijo: “me están matando a golpes”. Vanesa y Mónica son mujeres fuertes, de carácter, no se les pasa por arriba así nomás. Si tu hermano está pasando el peor momento de su vida, no te vas a trabajar como si nada. Una hermana, con el carácter que tiene, no lo hubiera abandonado, no me podés decir eso. La madre también, cree que está sufriendo los peores delitos ¿y no consigue que ningún familiar le traiga la partida de nacimiento?



Del Policlínico se vuelve caminando y, según Vanesa, riéndose. Por sentido común, señores, vuelve riéndose de que supuestamente Torales le robó $20. Es inexplicable el suceso de mentiras que hacen que Diego Torales esté detenido. Una sucesión de mentiras que hace que Torales no pueda contestarle a su hija por qué no vuelve a su casa.



Grimberg
No encontramos congruencia en la acción (golpiza) con el resultado ni con el comportamiento de los supuestos autores. Han mentido sistemáticamente, han mentido todos. No se interpreta cuál es el estigma, el sometimiento del niño Arruga, que estuvo en la cocina y hasta pudo ir al baño y sacar una remera que no le correspondía. Incluso, antes de irse, retira un teléfono al señor Torales supuestamente porque tiene bronca y se lo quiere revolear.



Aquí no se vislumbra ningún tipo de sometimiento.



El cambio de actitud no se ha notado en los hechos, el testimonio de Vanesa fue contradictorio. Ella dijo que Arruga se retrajo a su casa pero después dijo que un funcionario policial le puso un arma en el pecho. O entraron a la casa o fue en la calle. Obviamente fue en la calle.



Cito tanto a Vanesa como a Rocío, que dicen que al día siguiente Orieta se comunica con el señor Torales. Tal conversación es absolutamente falsa. Torales no tenía servicio al otro día.



Los familiares de Luciano Arruga no estaban desamparados, Vanesa Orieta tenía un novio abogado. Sin embargo, ella elige irse a trabajar y Mónica Alegre a buscar un papel administrativo cuando supuestamente lo estaban golpeando.



Esto es grosero, no tiene sentido común, esto es falaz, absolutamente falaz. No se entiende qué dan por acreditado, sus lesiones son vistas por un médico cinco horas después de que sale de la comisaría. Pudieron ocurrir después de que se fue. Apud lo ve con dolores en el tobillo y marcas en el cuerpo. El doctor ve un traumatismo, no lo que Apud describe. Y no se sabe si fue antes, durante o después. Para nosotros ha sido después.



Aquí se juzga una tortura que evidentemente nunca existió.



Arruga es un chico que ha sido una víctima social y de un Estado ausente



Mi cliente es una víctima procesal.



Mi cliente no es Videla, no es Pinochet, no es Milani. Si fuese Milani, el CELS no estaría defendiendo a los Arruga.



La señora Chapero dice que su relación con el chico fue tranquila y amable, el único problema fue que la hermana gritaba. El chico no actuó como si estuviera sometido, si hubiera sido así no hubiera intentado llevarse un celular y una remera. La propia madre dice que forcejeó con él para que no revolee el celular.



Esto es un exceso de palabras sin consistencia alguna. Dicen que Luciano marcó un camino, sí, debemos preguntarnos como sociedad si está bien que un chico tenga el nivel de vida que tenía él. Pero lo único marcado es un traumatismo. Consideramos que quieren condenar al señor Torales solamente por ser oficial de la policía.



Aparentemente el chico no cambió de actitud, no le dejaron un estigma, eso no se notaba en su comportamiento. El ámbito social del que venía era marcado, claro…



Hay una organización que tiene un gusto especial por condenar a un inocente, es extraño. El señor Torales tiene familia, padres.



Nosotros vamos a pedir la absolución.



Y vamos a considerar que hubo falso testimonio del señor Gabriel Apud y la señora Vanesa Orieta.




Orieta mintió, tenía asesoramiento jurídico y lo tuvo después, cuando fue a buscar a su hermano desaparecido. Además, ella dijo que habló por teléfono con Torales, quien no estaba de servicio. Además, en el ambiental, Alegre dice que tiene baño, pero Orieta declaró que no tenía.



Apud mintió al hablar sobre las lesiones del muchacho, los moretones y el cojeo.



Nunca estuvo detenido, por otra parte, estuvo aprehendido.





Fiscalía responde



Sostengo que tratar de juzgar a Luciano Arruga aquí es una canallada y hasta cobarde. Nos marcó el camino, dejó vestigios, huellas y testimonios.



Replico el falso testimonio: no hubo ¿Le pedimos rigorismos gramaticales a chicos? Apud señaló con claridad que las marcas se vieron al otro día. Vanesa contó lo que vio ella y se condice con lo que dijo Torales. Se quiere acusar a Vanesa de mentir diciendo que era pobre, ¿en qué la perjudica o beneficia eso? Por otra parte, ella se encargó de aclarar que su ex pareja no estaba ni matriculado, no podía ejercer y no tenía ninguna experiencia: “él de esto no entendía nada”.





Querella responde



Juan Manuel Combi

Sólo voy a aclarar que el estado de bronca de Luciano Arruga fue relatado por Maximiliano Medina, y por eso tomó un teléfono para revoleárselo a Torales.



Estos organismos de derechos humanos dependemos de la verdad y de la justicia: no nos calumnien.





Defensa



Pasaron siete años de la muerte de Arruga y sólo tienen a Torales y lo quieren condenar



Julio Diego Torales



Hace dos años y siete meses estoy preso injustamente y mis hijas y mi familia me están esperando. Gracias.




El viernes 15 de mayo desde las 11, Familiares y amigos de Luciano Arruga convocamos a Almafuerte y Mendoza (San Justo, La Matanza) a presenciar la sentencia.

Audiencia IV - 8 de mayo de 2015



Alegatos

Fiscalía


Hemos recogido múltiples, serios y variados elementos para conformar la prueba que acredita la tortura a Luciano Arruga. El 22 de septiembre de 2008, entre las 11 y las 19:40, en el interior del destacamento de Lomas del Mirador, Luciano Nahuel Arruga, sospechado o presumido de haber cometido un ilícito, fue torturado física y psíquicamente. Física, mediante una brutal golpiza; y psíquica, mediante amenazas e intimidaciones: “sos un negro villero”, “negro rastrero”, “te vamos a mandar donde están los violines”. También le escupieron un sándwich y lo obligaron a comerlo.



La brutalidad, también, es el contexto: Luciano Arruga era menor, estaba incomunicado, esposado durante un período y en una cocina. Son responsables el imputado Julio Diego Torales junto a otros dos no identificados, por eso nos opusimos a que los presuntos sospechados presentaran declaración.



El “actor principal” de este episodio es Luciano Arruga, que nos marcó el camino hacia la verdad, que tuvo que vencer miedos y hasta su propia muerte para llegar aquí. Nos habló, incluso, a través de su madre, que no mostró ningún vestigio de odio, amenazas ni enemistad. Su madre llegó aquel día y preguntó qué pasaba, y hasta Torales declaró que fue muy respetuosa. Pretender, hoy, endilgarle a Luciano Arruga un ilícito es una cobardía y una canallada.



Su madre nos dijo que esperó inquieta hasta la llegada de Vanesa. Vanesa es otra voz a través de la que Luciano pudo manifestarse. Luciano le clama, le grita, le ruega: “Vane, sacame de acá que me están matando a golpes”. Hay que aclarar que Vanesa y Mónica no han tenido una sola contradicción en su discurso.



La madre, estoica, fue a buscar su partida de nacimiento. Sin dinero, sin medios, de zona oeste a zona sur, de Lomas del Mirador a Puente La Noria. A la vuelta, Mónica escuchó cómo le decían: “vos sos un chorro delincuente”. Cuando salen, ella no sólo ve un traumatismo y un cojeo, sino a un joven sumamente condolido.



Él pudo contar cómo le “gargajearon” un sándwich, y no hace falta explicar la diferencia entre gargajear y salivar. La madre, además, recordó que él dijo que mientras uno lo sostenía, Torales le pegaba. Vanesa no recordó bien esa secuencia, pero Mónica sí. Voy a usar un término de la hermana: la crueldad. La crueldad empleada por ellos no sólo produjo esos dolores que acreditaron la hermana, la madre y su amigo.



El médico que lo recibió expresó que los golpes que tenía se produjeron por un elemento contundente. Les voy a decir qué es un “elemento contundente”: un puño. La tortura es tortura, dice el tribunal internacional. No hay ningún motivo para justificarla. Nos vuelve a hablar Luciano a través de Rocío Gallegos, que escuchó cuando al día siguiente Vanesa hablaba por teléfono con Torales y le recriminaba que a Luciano le habían robado $20, que le escupieron un sándwich y lo amenazaron con violarlo.



Si bien Torales en su declaración intentó desligarse de los hechos, reconoce algunas circunstancias que acreditan lo que dice la fiscalía:

a) Luciano Arruga estuvo detenido ese día

b) Le gritó a su hermana

c) Estuvo en la cocina

d) Primero llegó la mamá y después la hermana



Además, Luciano nos habló a través de su cuerpo, dejó las improntas del dolor y el traumatismo. No sólo dolía su cuerpo, sino su alma, por eso fue caminando al Policlínico de San Justo sin tener un solo peso. Luciano cambió su comportamiento, dejó de ser alegre y pasó a ser callado y entristecido.



La tortura es un grave dolor físico y psicológico: ¿se puede decir que eso no está acreditado? El hecho encuadra absolutamente en el delito de torturas, ni a un miembro del ISIS se le puede hacer lo que se le hizo a él: no importa qué haya hecho. Además, es un joven del que no se sabe que haya hecho nada, y lo dice la constitución, no nosotros.



Voy a mencionar como atenuante la falta de condenas previas y como agravantes el hecho de que fuera menor, que lo sujetaban mientras le pegaban y que eran tres contra uno. Pedimos una pena de diez años de prisión para Julio Diego Torales, más la inhabilitación absoluta perpetua para ejercer como funcionario público.



Luciano nos vuelve a hablar, a mí y a ustedes, pidiendo justicia.






Querella

Juan Manuel Combi


Por la gravedad del caso, pedimos que comprendan la extensión de este alegato.



Señores jueces: hemos llegado hasta aquí con un poder. No es un poder oculto, es el poder de la verdad y la justicia. De los testimonios que Luciano Arruga nos dejó en vida, y de su valiente hermana y su madre. Señores jueces: se encuentra acreditado que el 22 de septiembre de 2008, en un procedimiento con dudosas legitimidad y legalidad, Luciano Arruga fue detenido y llevado al destacamento de Lomas del Mirador y recibido por Julio Diego Torales.



Torales lo golpeó con dos uniformados más, lo agredió, lo humilló, lo amenazó: “te vamos a llevar a la Octava con los violines”, “callate, negrito, porque si no volvés adentro”. Le escupieron un sándwich, también. Tenemos bien claro que sucedió ese día, la detención fue de dudosa legalidad y el señor Torales lo supo siempre. El señor Olmos lo dijo:

a) Fue sin testigos “porque es una villa”

b) Requisaron a un niño de 16 años

c) La forma en que se lo encontró: a eso de las 9 ocurrió el robo, a Luciano lo encontraron a metros de su casa y a siete cuadras del hecho, más de una hora después.

d) No se les informó absolutamente nada a Vanesa Orieta ni a Mónica Alegre.



No tuvo ninguna garantía. Un niño de 16 años.



Luego del traslado, alrededor de las 12:30 lo atendió la doctora del cuerpo médico, aunque su acta dice, irregularmente, 13:36. Dice, también, que no tenía lesiones y lo ratifica en su declaración. La doctora explicó cómo es el procedimiento: se observa con unas “luces blancas” y sólo se hace tacto si se nota alguna lesión. La doctora Fontela Vidal no encontró nada. Esto fue inmediatamente antes de ir al destacamento, según las actas. Cuando Luciano llega al destacamento, sin instalaciones. Está, además, prohibido alejar niños en destacamentos y comisarías, lo dicen resoluciones del Ministerio de Seguridad, lo dice el Comité Contra la Tortura de la ONU e infinidad de fallos.



Se encuentra acreditado que estaba en la cocina, y lo reconoció el propio imputado. Torales tenía poder de hecho sobre Luciano, Olmos declaró que se lo entregó a él. La señora Chapero, por otra parte, es pasible de imputación penal, por lo que sus dichos están dentro de su derecho a mentir para no autoincriminarse. Torales también sabía que Luciano era menor, Fontela lo describió en el parte médico y se lo manifestaron su madre y su hermana, pero eso no le importó y no tomó ningún recaudo especial. Lo reconoció el propio imputado.



Luciano Nahuel Arruga estuvo nueve horas en esa cocina, se acredita que entró alrededor de las 11 y que salió a las 19:35. El relato de Mónica fue clarísimo, el niño estaba incomunicado. Vanesa también lo expresó, no dieron ningún argumento. Incluso el señor Torales declaró que escuchaba gritos, y tan solo los gritos ameritaban su intervención, pero no intervino. Chapero también confirmó dónde estaba Luciano: en una cocina. Vanesa exigió reiteradamente verlo, nunca se le permitió.

El oficial se contradijo acerca de quiénes estaban y no dejaron constancia absolutamente de nada.



Clandestinidad.



En esa cocina estuvo Luciano Nahuel Arruga.

En esa cocina golpearon a Luciano Nahuel Arruga.

En esa cocina humillaron a Luciano Nahuel Arruga.



Todo esto está plenamente acreditado por los testimonio de Vanesa, Mónica, Rocío (amiga de Vanesa) y Gabriel (amigo de Luciano). Mónica cuenta que Torales le decía: “¿quién te pegó?”, y que Luciano respondió: “¡vos me pegaste!”.



Otra parte del elemento probatorio se configura con el testimonio del doctor González, que lo atendió en el Policlínico. Acredita el traumatismo en la región frontal y pómulo izquierdo con dos o tres horas de data. La única que no lo vio fue Fontela Vidal, tal vez porque Luciano no presentaba lesiones antes de entrar al destacamento, porque fueron producidas en el destacamento de Lomas del Mirador.



La defensa, incluso, preguntó si un cachetazo puede provocar la lesión asentada por González. González respondió: “tiene que ser un cachetazo como muy fuerte, si no, pared o puño”.



Los testimonios también acreditan amenazas, humillaciones, destratos y verdugueo. Amenazas, incluso, a la integridad sexual. Todo esto le generó secuelas, también acreditadas. Miedo: le pidió a Mónica que cuide a sus hermanitos, que cuando se vaya le ponga una camiseta de River. Eso, señores jueces, es miedo a la muerte, pero es el miedo a la muerte de un niño.



Vanesa volvió aquel día y lo llevó al Policlínico, eso demuestra valentía ¿Qué hubiese pasado si no lo hacía? No tendríamos la prueba prinipal. Rocío Gallegos también habló del comportamiento de Luciano, él le contó que la policía no lo dejaba circular por la calle de su casa. Lo dijo Gabriel: ya no quería ir a la plaza.



¿Qué es, para un niño de 16 años, estar nueve horas en cautiverio, con su mamá y su hermana ahí, escuchándolas sin poder verlas?



No existen dudas de que Torales torturó a Luciano.



Hay que aclarar que el testimonio de Vanesa y Mónica es verosímil, coherente y concordante. Recordemos que ellas buscaron a Luciano durante casi seis años y que en sus discursos no hay odio, venganza ni ensañamiento. Sus testimonios, hay que decirlo, alegan por sí mismos. No podemos decir lo mismo de los policías, que cuentan recuerdos que no recuerdan, no-recuerdos que recuerdan… Con la salvedad, además, de que Chapero es sospechosa.



Luciano estaba en un lugar de plena clandestinidad. La conclusión, señores jueces, es que Julio Diego Torales es co-autor (con otros dos, al menos) de los hechos que aquí se juzgan.




Maximiliano Medina

El hecho que consideramos probado, tipificado como torturas, es un delito especial. En primer lugar, sólo puede ser cometido por funcionarios públicos o con su complicidad. En segundo lugar, se perpetra contra detenidos legales o ilegales. En tercer lugar, debe haber poder de hecho sobre la víctima.



La pregunta es: ¿Los sufrimientos físicos y psíquicos padecidos por Luciano Arruga revisten la gravedad para ser calificados como torturas? Sí. La respuesta es sí. Fue detenido en circunstancias de dudosa legalidad, en un destacamento sin instalaciones, en una cocina, incomunicado prolongada e ininterrumpidamente. Fue mantenido absolutamente a merced del imputado. El contexto le provocó intensa angustia, incertidumbre, espera, sufrió la crueldad e incrementó paulatinamente su temor.



Las agresiones físicas aplicadas contra un indefenso en situación de privación ilegítima de la libertad agravan y extreman las condiciones de vulnerabilidad.



Le quebraron la vida, dijo Vanesa Orieta.



No olvidemos que fue golpeado en el rostro, con la intención de dejarlo marcado como un signo avergonzante. Los elementos psíquicos más contundentes fueron las amenazas contra la integridad sexual. Y así se le provocó una angustia psíquica y moral. La amenaza de sufrir una grave lesión física, señores, constituye la tortura.



Su situación fue de absoluta humillación: menoscavaron su dignidad, abatieron su orgullo, hirieron su amor propio y le provocaron sumisión. Le quebraron la vida. Luciano fue expuesto a una situación límite.

Las condiciones sociales lo vulnerabilizaban: su condición de niño, la pobreza, el trabajo precario. Luciano tenía la etiqueta de pibe chorro, de delincuente, de negro. Y el imputado se lo dijo.



Cualquier tipo de discriminación genera un ambiente en el que sea más fácil perpetrar la tortura, lo dice la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La tortura, señores, se nutre de la discriminación. Negro, rastrero, delincuente, todo eso le dijeron, y lo deshumanizaron. En palabras de Vanesa, le quebraron la vida.



¿Por qué no lo denunció? Hay que volver al barrio después de denunciar a un policía por torturas. Aún más cuando no se sostiene la ilusión de obtener justicia. Luciano sufrió incertidumbre por no saber, sufrió angustia e indefensión por el encierro, sufrió dolor físico y psíquico por la tortura, sufrió bronca y desesperación por la impunidad, sufrió irritabilidad y pérdida de ánimo como secuela, sufrió el silencio, el enojo, el llanto, la depresión, la tristeza, la inseguridad y el miedo.



Buscó refugio fuera del barrio y lo dijo Rocío. Dos semanas después de la detención, tenía miedo de transitar la cuadra de su casa.



Señores, hay que tener miedo de transitar la cuadra de la casa de uno.




Consideramos que el señor Torales es co-autor del delito de torturas. Identificamos como agravantes a la pluralidad de intervinientes, el aprovechamiento del cargo, la absoluta desaprensión, el mayor rango de Torales como responsable a cargo, la incomunicación prolongada a la que Luciano fue sometido y la extensión del daño causado en el tiempo. Identificamos como atenuante que el imputado no tiene antecedentes penales.



Pedimos la condena a 16 años de prisión y la inhabilitación absoluta perpetua para ejercer como funcionario público.



Reiteramos que este caso constituye una grave violación a los derechos humanos.





Defensa



Jordanes


Señores, un problema del que se habla es la cantidad de tiempo. Pero, ¿por qué? No tenía documentos. La familia se presentó sin la documentación que acreditara la identidad de Luciano ni el vínculo con su madre ¿Torales tiene la culpa de que Arruga se movilice sin DNI? No. No es un papelito. Hasta para entrar a un juicio se requiere el DNI, yo como abogado lo tengo que presentar para pedir un expediente. Las formalidades, señores, se respetan.



La mamá de Luciano Arruga no pudo hacer ir a ningún familiar y tuvo que ir ella a buscar la documentación. Es imposible que se le dé un menor a una persona que viene y dice “soy su mamá”, “soy su hermana”. Mucho menos si el menor está imputado de un delito.

Arruga supuestamente fue violentado, golpeado, “me están matando a palos”. Las esposas son de acero, ¿y las marcas? Fue a hacerse ver por un doctor que no conocía a Torales, y él declaró que si se sufre una golpiza no quedan marcas. Dijo que no. Su compañero lo corrige. Quiero decir, dijo que sí. Además, informó que las lesiones de Arruga pudieron producirse hasta diez minutos antes de que lo atendiera.



Apud mintió, Arruga no tenía marcas negras en la espalda, por lo que el médico dijo. El colmo de las acusaciones: el sándwich con “gargajos” ¿Luciano Arruga no se hacía respetar, según dijeron? Era un muchacho con calle, no iba a comer un sándwich escupido bajo amenaza de que le iban a pegar. Otra mentira que Diego Torales tiene que sufrir. Por lo que se acreditó, no hay nada. Vanesa no escuchó cómo le pegaban, sino que Luciano dijo: “me están matando a golpes”. Vanesa y Mónica son mujeres fuertes, de carácter, no se les pasa por arriba así nomás. Si tu hermano está pasando el peor momento de su vida, no te vas a trabajar como si nada. Una hermana, con el carácter que tiene, no lo hubiera abandonado, no me podés decir eso. La madre también, cree que está sufriendo los peores delitos ¿y no consigue que ningún familiar le traiga la partida de nacimiento?



Del Policlínico se vuelve caminando y, según Vanesa, riéndose. Por sentido común, señores, vuelve riéndose de que supuestamente Torales le robó $20. Es inexplicable el suceso de mentiras que hacen que Diego Torales esté detenido. Una sucesión de mentiras que hace que Torales no pueda contestarle a su hija por qué no vuelve a su casa.



Grimberg
No encontramos congruencia en la acción (golpiza) con el resultado ni con el comportamiento de los supuestos autores. Han mentido sistemáticamente, han mentido todos. No se interpreta cuál es el estigma, el sometimiento del niño Arruga, que estuvo en la cocina y hasta pudo ir al baño y sacar una remera que no le correspondía. Incluso, antes de irse, retira un teléfono al señor Torales supuestamente porque tiene bronca y se lo quiere revolear.



Aquí no se vislumbra ningún tipo de sometimiento.



El cambio de actitud no se ha notado en los hechos, el testimonio de Vanesa fue contradictorio. Ella dijo que Arruga se retrajo a su casa pero después dijo que un funcionario policial le puso un arma en el pecho. O entraron a la casa o fue en la calle. Obviamente fue en la calle.



Cito tanto a Vanesa como a Rocío, que dicen que al día siguiente Orieta se comunica con el señor Torales. Tal conversación es absolutamente falsa. Torales no tenía servicio al otro día.



Los familiares de Luciano Arruga no estaban desamparados, Vanesa Orieta tenía un novio abogado. Sin embargo, ella elige irse a trabajar y Mónica Alegre a buscar un papel administrativo cuando supuestamente lo estaban golpeando.



Esto es grosero, no tiene sentido común, esto es falaz, absolutamente falaz. No se entiende qué dan por acreditado, sus lesiones son vistas por un médico cinco horas después de que sale de la comisaría. Pudieron ocurrir después de que se fue. Apud lo ve con dolores en el tobillo y marcas en el cuerpo. El doctor ve un traumatismo, no lo que Apud describe. Y no se sabe si fue antes, durante o después. Para nosotros ha sido después.



Aquí se juzga una tortura que evidentemente nunca existió.



Arruga es un chico que ha sido una víctima social y de un Estado ausente



Mi cliente es una víctima procesal.



Mi cliente no es Videla, no es Pinochet, no es Milani. Si fuese Milani, el CELS no estaría defendiendo a los Arruga.



La señora Chapero dice que su relación con el chico fue tranquila y amable, el único problema fue que la hermana gritaba. El chico no actuó como si estuviera sometido, si hubiera sido así no hubiera intentado llevarse un celular y una remera. La propia madre dice que forcejeó con él para que no revolee el celular.



Esto es un exceso de palabras sin consistencia alguna. Dicen que Luciano marcó un camino, sí, debemos preguntarnos como sociedad si está bien que un chico tenga el nivel de vida que tenía él. Pero lo único marcado es un traumatismo. Consideramos que quieren condenar al señor Torales solamente por ser oficial de la policía.



Aparentemente el chico no cambió de actitud, no le dejaron un estigma, eso no se notaba en su comportamiento. El ámbito social del que venía era marcado, claro…



Hay una organización que tiene un gusto especial por condenar a un inocente, es extraño. El señor Torales tiene familia, padres.



Nosotros vamos a pedir la absolución.



Y vamos a considerar que hubo falso testimonio del señor Gabriel Apud y la señora Vanesa Orieta.




Orieta mintió, tenía asesoramiento jurídico y lo tuvo después, cuando fue a buscar a su hermano desaparecido. Además, ella dijo que habló por teléfono con Torales, quien no estaba de servicio. Además, en el ambiental, Alegre dice que tiene baño, pero Orieta declaró que no tenía.



Apud mintió al hablar sobre las lesiones del muchacho, los moretones y el cojeo.



Nunca estuvo detenido, por otra parte, estuvo aprehendido.





Fiscalía responde



Sostengo que tratar de juzgar a Luciano Arruga aquí es una canallada y hasta cobarde. Nos marcó el camino, dejó vestigios, huellas y testimonios.



Replico el falso testimonio: no hubo ¿Le pedimos rigorismos gramaticales a chicos? Apud señaló con claridad que las marcas se vieron al otro día. Vanesa contó lo que vio ella y se condice con lo que dijo Torales. Se quiere acusar a Vanesa de mentir diciendo que era pobre, ¿en qué la perjudica o beneficia eso? Por otra parte, ella se encargó de aclarar que su ex pareja no estaba ni matriculado, no podía ejercer y no tenía ninguna experiencia: “él de esto no entendía nada”.





Querella responde



Juan Manuel Combi

Sólo voy a aclarar que el estado de bronca de Luciano Arruga fue relatado por Maximiliano Medina, y por eso tomó un teléfono para revoleárselo a Torales.



Estos organismos de derechos humanos dependemos de la verdad y de la justicia: no nos calumnien.





Defensa



Pasaron siete años de la muerte de Arruga y sólo tienen a Torales y lo quieren condenar



Julio Diego Torales



Hace dos años y siete meses estoy preso injustamente y mis hijas y mi familia me están esperando. Gracias.




El viernes 15 de mayo desde las 11, Familiares y amigos de Luciano Arruga convocamos a Almafuerte y Mendoza (San Justo, La Matanza) a presenciar la sentencia.

jueves, 7 de mayo de 2015

Tres policías bajo un paraguas (sin contar a Torales)

Rodolfo Walsh fue un extraordinario narrador. Tal vez su obra más reconocida, Operación Masacre, fue, en cierta medida, contraproducente: tapó el resto de su trabajo, realmente de sumo valor. Tuvo, claramente, predilección por la literatura policial. Desde Variaciones en Rojo hasta Cuento para Tahúres, pasando por Los Oficios Terrestres, su laburo está plagado de enigmas, investigadores, resoluciones repentinas y preguntas sin respuestas.
Hoy por la mañana, y parte del mediodía, se llevó a cabo la tercera jornada del Juicio por Torturas contra Luciano Arruga. Declararon varias personas, dos de ellas, vinculadas directamente al ex destacamento de Lomas del Mirador, donde estuvo Luciano aquel septiembre de 2008. Ex policía, y actual. Ambos, ex compañeros, entre sí, y de Torales. La defensa desestimó a un par más. Es complejo describir lo que se vivió en el espacio de la Unión Industrial de La Matanza. Un cúmulo de inexactitudes, dudas, contradicciones, desmemorias repentinas, horas y minutos que no cuajaban y personas que se desmaterializaban de un relato a otro. Cuando el reloj de uno marcaba algo, el del otro atrasaba. Los protagonistas de una historia, en la otra no estaban. Lo que dos más dos era cuatro en un testigo, daba seis en el restante. Incluso, en ciertos momentos, los presentes parecían ser extras de una ficción que mutaba de género una y otra vez. A veces, era terror. Luego, viraba a cómica. En muchos minutos, de Ciencia Ficción. Drama. Policial. 
Lo que si estaba claro era que los protagonistas principales se sabían de memoria el libreto. Aunque, obvio, no existió demasiada versatilidad para la improvisación. Falla de los directores que, en fin, siempre pagan la culpa de las malas puestas en escena. Y con justicia.
Hubiese sido interesante tenerlo a Walsh en la sala, aunque sea unos minutos, y tomarse un café con él, luego de las palabras finales del jurado. Verlo anotar, parado, sin frenarse, una y otra vez, acomodándose esos anteojos macizos y cuadrados que perduran, junto a sus ojos, en el tiempo. Seguramente, con la misma sagacidad utilizada para descubrir quién mató a Rosendo, daba por tierra con el relato plagado de inexactitudes y puntos negros de Chapero, una de las testigos. Probablemente, utilizando estrategias heredadas de seguir de cerca a los asesinos de José León Suárez, sepultaba las palabras de Miguel Ángel Olmos, que no frenó en su insistente tendencia a desdecirse con respecto a declaraciones anteriores al juicio. 
Tal vez, pedimos demasiado. Con un literato con la mitad de la inteligencia de Walsh se hubiese comprendido todo. Finalmente,la audiencia terminó, pasado el mediodía. Y, parafraseando el maravilloso "Tres Portugueses Bajo un Paraguas", el primer policía se fue a su casa. Al segundo, en el banquillo, no lo dejaron. El tercero, se llevó las dudas de todos los presentes. Muerta, en el piso, yacía la verdad. 

Tres policías bajo un paraguas (sin contar a Torales)

Tres policías bajo un paraguas (sin contar a Torales)

Rodolfo Walsh fue un extraordinario narrador. Tal vez su obra más reconocida, Operación Masacre, fue, en cierta medida, contraproducente: tapó el resto de su trabajo, realmente de sumo valor. Tuvo, claramente, predilección por la literatura policial. Desde Variaciones en Rojo hasta Cuento para Tahúres, pasando por Los Oficios Terrestres, su laburo está plagado de enigmas, investigadores, resoluciones repentinas y preguntas sin respuestas.
Hoy por la mañana, y parte del mediodía, se llevó a cabo la tercera jornada del Juicio por Torturas contra Luciano Arruga. Declararon varias personas, dos de ellas, vinculadas directamente al ex destacamento de Lomas del Mirador, donde estuvo Luciano aquel septiembre de 2008. Ex policía, y actual. Ambos, ex compañeros, entre sí, y de Torales. La defensa desestimó a un par más. Es complejo describir lo que se vivió en el espacio de la Unión Industrial de La Matanza. Un cúmulo de inexactitudes, dudas, contradicciones, desmemorias repentinas, horas y minutos que no cuajaban y personas que se desmaterializaban de un relato a otro. Cuando el reloj de uno marcaba algo, el del otro atrasaba. Los protagonistas de una historia, en la otra no estaban. Lo que dos más dos era cuatro en un testigo, daba seis en el restante. Incluso, en ciertos momentos, los presentes parecían ser extras de una ficción que mutaba de género una y otra vez. A veces, era terror. Luego, viraba a cómica. En muchos minutos, de Ciencia Ficción. Drama. Policial. 
Lo que si estaba claro era que los protagonistas principales se sabían de memoria el libreto. Aunque, obvio, no existió demasiada versatilidad para la improvisación. Falla de los directores que, en fin, siempre pagan la culpa de las malas puestas en escena. Y con justicia.
Hubiese sido interesante tenerlo a Walsh en la sala, aunque sea unos minutos, y tomarse un café con él, luego de las palabras finales del jurado. Verlo anotar, parado, sin frenarse, una y otra vez, acomodándose esos anteojos macizos y cuadrados que perduran, junto a sus ojos, en el tiempo. Seguramente, con la misma sagacidad utilizada para descubrir quién mató a Rosendo, daba por tierra con el relato plagado de inexactitudes y puntos negros de Chapero, una de las testigos. Probablemente, utilizando estrategias heredadas de seguir de cerca a los asesinos de José León Suárez, sepultaba las palabras de Miguel Ángel Olmos, que no frenó en su insistente tendencia a desdecirse con respecto a declaraciones anteriores al juicio. 
Tal vez, pedimos demasiado. Con un literato con la mitad de la inteligencia de Walsh se hubiese comprendido todo. Finalmente,la audiencia terminó, pasado el mediodía. Y, parafraseando el maravilloso "Tres Portugueses Bajo un Paraguas", el primer policía se fue a su casa. Al segundo, en el banquillo, no lo dejaron. El tercero, se llevó las dudas de todos los presentes. Muerta, en el piso, yacía la verdad. 
Todas las declaraciones aportadas en esta jornada fueron solicitadas por la defensa de Julio Diego Torales.

La audiencia comenzó con el testimonio de Joel Iván Colla, joven damnificado del robo del que acusaron en la más absoluta ilegalidad a Luciano Arruga. La fiscalía y la querella se opusieron a las preguntas acerca del ilícito, pues no forma parte del objeto procesal (del hecho que se juzga). Por otra parte, la fiscalía esgrimió que se hablaría de una persona que no se puede defender y que no es el eje determinar si robó o no sino, en tal caso, si fue torturado por Torales, entre otros policías. "Se pone en tela de juicio el honor, la honra y la dignidad de Luciano Arruga", dijo el fiscal Longobardi.

El Tribunal rechazó la oposición de la querella y la fiscalía, por lo que la defensa reformuló la pregunta inicial y comenzó el interrogatorio.

-Le solicitamos que describa lo ocurrido el 22 de septiembre de 2008.
-Yo iba al colegio Pablo VI y teníamos gimnasia a la mañana en un club del barrio. Cuando salimos nos sentamos en un cantero con dos compañeros, vino alguien a robarnos y nos dijo que no lo miráramos. Volvimos al colegio a dar aviso, que hizo la denuncia y en el destacamento nos devolvieron las pertenencias.

Continuó la fiscalía.
-¿A qué destacamento se refirió? ¿Hora?
-Concurrimos al destacamento de Lomas del Mirador aproximadamente a las 15.

Querella.
-¿Firmó algún acta?
-Mi madre firmó, nos entregaron las cosas y nos retiramos.
-¿A qué hora fue el robo, aproximadamente?
-A las nueve/diez de la mañana.


Pasó el segundo testigo: Miguel Ángel Olmos. El policía ya está condenado en una causa por encubrimiento por hechos ocurridos ese mismo día en el destacamento de Lomas del Mirador, para septiembre de 2008 era subteniente.

Defensa
-Recuerde lo que sucedió el 22 de septiembre de 2008
-Estábamos sobre la Ruta 3, frente a la villa Santos Vega para prevenir los ilícitos que suceden en el semáforo. Por radio nos hacen desplazar a un colegio donde se había cometido un ilícito. Unos jóvenes nos aportan la descripción del delincuente y nos indican a dónde se fue. Hacemos una recorrida y damos con esta persona y lo llevamos al destacamento donde estaban los damnificados. Ahí volvemos a nuestra parada fija en Santos Vega.
-Comente una circunstancia sucedida en el destacamento de Lomas del Mirador
-A las 17hs me voy a retirar...

(La querella pide precisión en la pregunta, no se entiende la "circunstancia". El Tribunal no da lugar a la oposición, pues afirma que si se precisa la pregunta se puede ser indicativo. Olmos sigue)

-Me voy a retirar y me voy a cambiar de civil, porque tenía otro trabajo, y me encuentro con que me habían robado una remera. Primero pensé que era una broma de mis compañeros. Le pregunté a Chapero y me dijo que verifique si la tenía el chico Arruga, que había pasado al baño, donde estaba la remera, y vi que la tenía él.
-¿Dónde tenía la remera?
-Puesta

Fiscalía
-¿Puede afirmar cómo llegó la remera al chico?
(El Tribunal no permite la pregunta por considerarla contestada anteriormente)

Querella
-¿Recuerda cómo fue la aprehensión de Luciano Arruga?
-Por la descripción de la vestimenta...
(El Tribunal no permite que Olmos continúe porque considera que la pregunta fue contestada anteriormente. La querella reformula.)
-¿Se encontraba solo?
-No, estaba en un patrullero.
-¿Con quién?
-El policía Soraire.
-¿Quién aprehendió?
-Soraire.
-¿Dónde?
-En una villa, no recuerdo el nombre, creo que le dicen la 12.
-¿Con testigos?
-No, no hay testigos en esos lugares.
-¿Por qué?
-La gente que pueden ser testigos siempre se vienen encima de los patrulleros, quieren que dejemos libres a los detenidos.
-¿Dejaron constancia de que no había testigos?
-Sí.
-¿Y del motivo?
-No recuerdo.
-¿Qué hizo cuando llegó al destacamento?
-Entregué al chico y lo que había robado a Torales. Después volvimos a la parada fija.
-¿A cargo de quién quedó el joven?
-De Chapero.
-¿Dónde?
-En la cocina.
-¿A qué hora salieron a recorrer para buscar a quien robase?
-A las 9 aproximadamente.
-¿Recuerda a qué hora se fue después de dejar al detenido?
-No.
-¿Se deja constancia de los horarios?
-No.
-¿Puede dar alguna precisión sobre los damnificados? ¿Cuántos eran?
-Tres o cuatro.
-¿Se les tomaron los datos?
-No.
-¿Por qué no, si eran testigos?
-Porque les dijimos que fueran al destacamento a realizar la denuncia.
-¿Y dejó constancia en algún lado?
-No.
-¿Por qué?
-No... no sé, no recuerdo.
-¿Qué estaba haciendo esta persona cuando lo detiene?
-Estaba parado.
-¿Sólo?
-No recuerdo. Él ve el patrullero y trata de esquivarlo.
-¿Alguna precisión? ¿Dónde estaba parado?
-No recuerdo la calle, pero era la villa. Él se metió a un pasillo y se quedó parado ahí.

(Maximiliano Medina (CELS), uno de los abogados de la querella, pidió leerle a Olmos su declaración anterior para precisar el lugar de la detención y marcar algunas contradicciones. Se lee: "vieron en la calle Perú y hacia Pringles a dos masculinos)

-¿Recuerda algo más?
-No.

(Medina amplía la lectura: "uno de ellos sacó de su bolsillo un celular y un MP3, al ver al patrullero ese mismo se metió en el pasillo)

-¿Recuerda algo más?
-No.
-¿Recuerda haber declarado en una fiscalía, no?
-Sí.
-Más o menos, ¿cuánto tardó en dar con los sospechosos?
-10 o 15 minutos.

(Medina solicita leer otra contradicción sobre cómo fue el procedimiento y quién participó. El Tribunal le indica que reformule la pregunta para ver si Olmos amplía)

-¿Nos puede dar alguna precisión sobre su conducta cuando Soraire detenía al niño?
-Bajamos ambos, él fue por un pasillo y yo por otro. Cuando volví, Soraire ya lo tenía.
-¿Algo más?
(El Tribunal pide claridad. Medina reformula)
-Si hubo algún otro procedimiento.
-Sí, se lo palpó de armas.

(...)

-¿Qué hizo con la remera del detenido?
-Me la puse.
-¿El detenido se la dio?
-Sí.
-¿Se la sacó adelante suyo?
-Sí, en la cocina.
-¿Quiénes estaban cuando el niño se sacó la remera?
-Chapero y yo.
-¿Habló con el detenido?
-Le dije que me dé la remera que me tenía que ir a trabajar.
-¿Dejó alguna constancia?
-No.
-¿Lo habló con algún compañero?
-No, se pudo haber comentado.
-¿Cómo quedó vestido el detenido?
-Con su ropa
-¿Pero se sacó la remera?
-Sí
-¿Y desde la cintura para arriba?
-...
-¿Quedó en cuero?
-...no, tenía dos buzos.

(Medina señala contradicción. La jueza le aclara la contradicción a Olmos)
-Usted dijo que quien le dijo que el joven podía tener la remera era la ayudante de guardia Sandra García.
-Quizás me confundí.

Continúa la querella
-¿Qué hacía García?
-Era ayudante de guardia.
-¿Y Chapero?
-Se encargaba de las horas extra, de computarlas.
-¿Volvió a ver a la víctima después de la aprehensión?
-No.

Interroga el Tribunal
-¿No es más policía?
-No, por una causa que me hicieron por encubrimiento.
-¿Lo echaron?
-Sí
-¿Cuánto tiempo fue policía?
-Estaba a punto de cumplir 24 años.
-¿Es normal que un detenido vaya solo al baño?
-Sí, porque sólo había femeninos.
-¿No había masculinos? ¿Torales?
-Bueno, depende de la persona, si no es agresivo puede ingresar al baño solo.
-¿Y no hay medidas de seguridad?
-No se cierra la puerta, sólo se apoya.
-¿Sabe si le sacaron los cordones, al menos?
-No sé.
-¿Conoce a la madre y la hermana de Luciano Arruga?
-En el juicio por encubrimiento las conocí.
-¿No las vio el 22 de septiembre de 2008?
-No recuerdo, había gente.
-¿A quién le entregó el sujeto los elementos secuestrados?
-A Torales.
-Usted sabe que es de rutina el examen médico, ¿quién lo condujo?
-Nosotros, al cuerpo médico de la Rotonda de San Justo.
-¿Hora?
-Mediodía.

La querella hizo algunas preguntas más
-¿Cuánto tardó en llevar al niño a la Rotonda?
-No recuerdo.
-Usted dijo que "había gente", ¿no recuerda quiénes?
-No
-¿Es normal que "haya gente"?
-No, sólo si van a hacer denuncias.

Tribunal
-¿Se fueron a su parada fija y volvieron o lo llevaron directamente al cuerpo médico?
-Fuimos y volvimos.
-¿Torales le comentó algo destacable sobre la familia de Luciano Arruga?
-No, no recuerdo.

Defensa
-¿Recuerda algún inconveniente que Torales le haya contado sobre la familia Arruga?
-No.



La defensa desistió del testigo Soraire. Se llamó a Mónica Viviana Chapero, que actualmente se desempeña en la comisaría de Altos de Laferrere.

Defensa
-¿Qué ocurrió el 22 de septiembre de 2008?
-Torales era oficial de servicio y yo ayudante de guardia. Estábamos solos en el destacamento. Olmos y Soraire traen a un chico. Yo me retiro porque Olmos y Soraire estaban explicando el motivo de la detención. Después lo requisaron, se lo llevaron al cuerpo médico y me lo trajeron a la cocina. No me acuerdo más, no sé qué quiere que...
-¿Qué pasó con el menor en la cocina?
-Yo lo tenía enfrente mío, hablábamos, estábamos los dos solos.

(La defensa solicita que conste en actas que "estaban solos")

-¿Recuerda algo en particular?
-No, fue un día común. Después vinieron los chicos a denunciar, después vinieron la mamá y la hermana de Luciano. La hermana gritaba, pero es algo habitual en los familiares.

(La fiscalía solicita la nulidad de la declaración por autoincriminante, pues Chapero es sospechosa de haber participado de la tortura y estaría afirmando que, si no, fue cómplice por omisión. El Tribunal pide terminar con el testimonio y, luego de pedir la reserva, definir eso)

Pregunta el Tribunal
-¿Por qué gritaba la hermana de Arruga?
-Estaba enojada. Hablaba con el chico y el chico le contestaba.
-¿Recuerda el diálogo?
-No.

-¿Recuerda quiénes estaban ese día?
-Olmos, Soraire, Sosa. García no estaba. En otro turno Sotelo, Zéliz, Fékter, Montes, Díaz... no, perdón, Díaz vino después. Rodríguez...
-¿Todos ellos presentes?
-Ah... le estaba diciendo todos. No. Ahí sólo Sosa, Olmos y Soraire. Y yo. Y Torales.
-¿Alguien más?
-Que yo recuerde, no
-¿Personal femenino? ¿Sólo usted?
-Que yo recuerde, sí
-¿Qué tiempo estuvo con el menor?
-Desde mediodía, hasta que llegó el tercio entrante, a las 17.
-¿Se quedó más?
-Sí, para adelantar trabajo.
-¿Qué es el "tercio entrante"?
-Cuatro o cinco trabajaban de 9 a 17. A ver... Sotelo, Fékter...
-¿Qué está contando? Dígame los apellidos.
-Sotelo, Fékter, ...
-Esa es gente que estaba
-Sí, en el destacamento. Es decir, no, no entraron ahí. O no sé. Estaba contando un tercio entrante. Ah... -suspira nerviosa, se agarra la cara- no sé.
-¿Quién entró a las 17?
-No sé, no recuerdo.
-¿A qué hora se fue?
-A la tardecita. Seis y media, siete.
-¿El oficial de servicio (Torales) también cambia?
-No, porque toma servicio día por medio.

La defensa pide que conste en actas que toma servicio día por medio. Una vez que las partes no tienen más preguntas que hacer, la defensa accede a levantar la reserva sobre Vanesa Orieta, para que pueda presenciar el juicio. Desisten del testigo Sotelo.
La fiscalía pide nuevamente la nulidad del testimonio de Chapero porque, si se condena a Torales, se autoincriminaría por no haber hecho absolutamente nada durante la tortura. La querella adhiere al pedido y agrega que hay posible y grave sospecha sobre Chapero y se desvirtuaría su calidad de testigo, además de que está autorizada a mentir para no autoincriminarse. La defensa la considera una petición inadmisible: "ustedes están defendiendo a una persona que supuestamente se está autoincriminando y participó de una tortura".

El Tribunal no autoriza lo solicitado por la querella y la fiscalía.


El juicio continúa mañana a las 12 con los alegatos de las partes. Florio 2765, San Justo, La Matanza.

Audiencia III - 7 de mayo de 2015

Todas las declaraciones aportadas en esta jornada fueron solicitadas por la defensa de Julio Diego Torales.

La audiencia comenzó con el testimonio de Joel Iván Colla, joven damnificado del robo del que acusaron en la más absoluta ilegalidad a Luciano Arruga. La fiscalía y la querella se opusieron a las preguntas acerca del ilícito, pues no forma parte del objeto procesal (del hecho que se juzga). Por otra parte, la fiscalía esgrimió que se hablaría de una persona que no se puede defender y que no es el eje determinar si robó o no sino, en tal caso, si fue torturado por Torales, entre otros policías. "Se pone en tela de juicio el honor, la honra y la dignidad de Luciano Arruga", dijo el fiscal Longobardi.

El Tribunal rechazó la oposición de la querella y la fiscalía, por lo que la defensa reformuló la pregunta inicial y comenzó el interrogatorio.

-Le solicitamos que describa lo ocurrido el 22 de septiembre de 2008.
-Yo iba al colegio Pablo VI y teníamos gimnasia a la mañana en un club del barrio. Cuando salimos nos sentamos en un cantero con dos compañeros, vino alguien a robarnos y nos dijo que no lo miráramos. Volvimos al colegio a dar aviso, que hizo la denuncia y en el destacamento nos devolvieron las pertenencias.

Continuó la fiscalía.
-¿A qué destacamento se refirió? ¿Hora?
-Concurrimos al destacamento de Lomas del Mirador aproximadamente a las 15.

Querella.
-¿Firmó algún acta?
-Mi madre firmó, nos entregaron las cosas y nos retiramos.
-¿A qué hora fue el robo, aproximadamente?
-A las nueve/diez de la mañana.


Pasó el segundo testigo: Miguel Ángel Olmos. El policía ya está condenado en una causa por encubrimiento por hechos ocurridos ese mismo día en el destacamento de Lomas del Mirador, para septiembre de 2008 era subteniente.

Defensa
-Recuerde lo que sucedió el 22 de septiembre de 2008
-Estábamos sobre la Ruta 3, frente a la villa Santos Vega para prevenir los ilícitos que suceden en el semáforo. Por radio nos hacen desplazar a un colegio donde se había cometido un ilícito. Unos jóvenes nos aportan la descripción del delincuente y nos indican a dónde se fue. Hacemos una recorrida y damos con esta persona y lo llevamos al destacamento donde estaban los damnificados. Ahí volvemos a nuestra parada fija en Santos Vega.
-Comente una circunstancia sucedida en el destacamento de Lomas del Mirador
-A las 17hs me voy a retirar...

(La querella pide precisión en la pregunta, no se entiende la "circunstancia". El Tribunal no da lugar a la oposición, pues afirma que si se precisa la pregunta se puede ser indicativo. Olmos sigue)

-Me voy a retirar y me voy a cambiar de civil, porque tenía otro trabajo, y me encuentro con que me habían robado una remera. Primero pensé que era una broma de mis compañeros. Le pregunté a Chapero y me dijo que verifique si la tenía el chico Arruga, que había pasado al baño, donde estaba la remera, y vi que la tenía él.
-¿Dónde tenía la remera?
-Puesta

Fiscalía
-¿Puede afirmar cómo llegó la remera al chico?
(El Tribunal no permite la pregunta por considerarla contestada anteriormente)

Querella
-¿Recuerda cómo fue la aprehensión de Luciano Arruga?
-Por la descripción de la vestimenta...
(El Tribunal no permite que Olmos continúe porque considera que la pregunta fue contestada anteriormente. La querella reformula.)
-¿Se encontraba solo?
-No, estaba en un patrullero.
-¿Con quién?
-El policía Soraire.
-¿Quién aprehendió?
-Soraire.
-¿Dónde?
-En una villa, no recuerdo el nombre, creo que le dicen la 12.
-¿Con testigos?
-No, no hay testigos en esos lugares.
-¿Por qué?
-La gente que pueden ser testigos siempre se vienen encima de los patrulleros, quieren que dejemos libres a los detenidos.
-¿Dejaron constancia de que no había testigos?
-Sí.
-¿Y del motivo?
-No recuerdo.
-¿Qué hizo cuando llegó al destacamento?
-Entregué al chico y lo que había robado a Torales. Después volvimos a la parada fija.
-¿A cargo de quién quedó el joven?
-De Chapero.
-¿Dónde?
-En la cocina.
-¿A qué hora salieron a recorrer para buscar a quien robase?
-A las 9 aproximadamente.
-¿Recuerda a qué hora se fue después de dejar al detenido?
-No.
-¿Se deja constancia de los horarios?
-No.
-¿Puede dar alguna precisión sobre los damnificados? ¿Cuántos eran?
-Tres o cuatro.
-¿Se les tomaron los datos?
-No.
-¿Por qué no, si eran testigos?
-Porque les dijimos que fueran al destacamento a realizar la denuncia.
-¿Y dejó constancia en algún lado?
-No.
-¿Por qué?
-No... no sé, no recuerdo.
-¿Qué estaba haciendo esta persona cuando lo detiene?
-Estaba parado.
-¿Sólo?
-No recuerdo. Él ve el patrullero y trata de esquivarlo.
-¿Alguna precisión? ¿Dónde estaba parado?
-No recuerdo la calle, pero era la villa. Él se metió a un pasillo y se quedó parado ahí.

(Maximiliano Medina (CELS), uno de los abogados de la querella, pidió leerle a Olmos su declaración anterior para precisar el lugar de la detención y marcar algunas contradicciones. Se lee: "vieron en la calle Perú y hacia Pringles a dos masculinos)

-¿Recuerda algo más?
-No.

(Medina amplía la lectura: "uno de ellos sacó de su bolsillo un celular y un MP3, al ver al patrullero ese mismo se metió en el pasillo)

-¿Recuerda algo más?
-No.
-¿Recuerda haber declarado en una fiscalía, no?
-Sí.
-Más o menos, ¿cuánto tardó en dar con los sospechosos?
-10 o 15 minutos.

(Medina solicita leer otra contradicción sobre cómo fue el procedimiento y quién participó. El Tribunal le indica que reformule la pregunta para ver si Olmos amplía)

-¿Nos puede dar alguna precisión sobre su conducta cuando Soraire detenía al niño?
-Bajamos ambos, él fue por un pasillo y yo por otro. Cuando volví, Soraire ya lo tenía.
-¿Algo más?
(El Tribunal pide claridad. Medina reformula)
-Si hubo algún otro procedimiento.
-Sí, se lo palpó de armas.

(...)

-¿Qué hizo con la remera del detenido?
-Me la puse.
-¿El detenido se la dio?
-Sí.
-¿Se la sacó adelante suyo?
-Sí, en la cocina.
-¿Quiénes estaban cuando el niño se sacó la remera?
-Chapero y yo.
-¿Habló con el detenido?
-Le dije que me dé la remera que me tenía que ir a trabajar.
-¿Dejó alguna constancia?
-No.
-¿Lo habló con algún compañero?
-No, se pudo haber comentado.
-¿Cómo quedó vestido el detenido?
-Con su ropa
-¿Pero se sacó la remera?
-Sí
-¿Y desde la cintura para arriba?
-...
-¿Quedó en cuero?
-...no, tenía dos buzos.

(Medina señala contradicción. La jueza le aclara la contradicción a Olmos)
-Usted dijo que quien le dijo que el joven podía tener la remera era la ayudante de guardia Sandra García.
-Quizás me confundí.

Continúa la querella
-¿Qué hacía García?
-Era ayudante de guardia.
-¿Y Chapero?
-Se encargaba de las horas extra, de computarlas.
-¿Volvió a ver a la víctima después de la aprehensión?
-No.

Interroga el Tribunal
-¿No es más policía?
-No, por una causa que me hicieron por encubrimiento.
-¿Lo echaron?
-Sí
-¿Cuánto tiempo fue policía?
-Estaba a punto de cumplir 24 años.
-¿Es normal que un detenido vaya solo al baño?
-Sí, porque sólo había femeninos.
-¿No había masculinos? ¿Torales?
-Bueno, depende de la persona, si no es agresivo puede ingresar al baño solo.
-¿Y no hay medidas de seguridad?
-No se cierra la puerta, sólo se apoya.
-¿Sabe si le sacaron los cordones, al menos?
-No sé.
-¿Conoce a la madre y la hermana de Luciano Arruga?
-En el juicio por encubrimiento las conocí.
-¿No las vio el 22 de septiembre de 2008?
-No recuerdo, había gente.
-¿A quién le entregó el sujeto los elementos secuestrados?
-A Torales.
-Usted sabe que es de rutina el examen médico, ¿quién lo condujo?
-Nosotros, al cuerpo médico de la Rotonda de San Justo.
-¿Hora?
-Mediodía.

La querella hizo algunas preguntas más
-¿Cuánto tardó en llevar al niño a la Rotonda?
-No recuerdo.
-Usted dijo que "había gente", ¿no recuerda quiénes?
-No
-¿Es normal que "haya gente"?
-No, sólo si van a hacer denuncias.

Tribunal
-¿Se fueron a su parada fija y volvieron o lo llevaron directamente al cuerpo médico?
-Fuimos y volvimos.
-¿Torales le comentó algo destacable sobre la familia de Luciano Arruga?
-No, no recuerdo.

Defensa
-¿Recuerda algún inconveniente que Torales le haya contado sobre la familia Arruga?
-No.



La defensa desistió del testigo Soraire. Se llamó a Mónica Viviana Chapero, que actualmente se desempeña en la comisaría de Altos de Laferrere.

Defensa
-¿Qué ocurrió el 22 de septiembre de 2008?
-Torales era oficial de servicio y yo ayudante de guardia. Estábamos solos en el destacamento. Olmos y Soraire traen a un chico. Yo me retiro porque Olmos y Soraire estaban explicando el motivo de la detención. Después lo requisaron, se lo llevaron al cuerpo médico y me lo trajeron a la cocina. No me acuerdo más, no sé qué quiere que...
-¿Qué pasó con el menor en la cocina?
-Yo lo tenía enfrente mío, hablábamos, estábamos los dos solos.

(La defensa solicita que conste en actas que "estaban solos")

-¿Recuerda algo en particular?
-No, fue un día común. Después vinieron los chicos a denunciar, después vinieron la mamá y la hermana de Luciano. La hermana gritaba, pero es algo habitual en los familiares.

(La fiscalía solicita la nulidad de la declaración por autoincriminante, pues Chapero es sospechosa de haber participado de la tortura y estaría afirmando que, si no, fue cómplice por omisión. El Tribunal pide terminar con el testimonio y, luego de pedir la reserva, definir eso)

Pregunta el Tribunal
-¿Por qué gritaba la hermana de Arruga?
-Estaba enojada. Hablaba con el chico y el chico le contestaba.
-¿Recuerda el diálogo?
-No.

-¿Recuerda quiénes estaban ese día?
-Olmos, Soraire, Sosa. García no estaba. En otro turno Sotelo, Zéliz, Fékter, Montes, Díaz... no, perdón, Díaz vino después. Rodríguez...
-¿Todos ellos presentes?
-Ah... le estaba diciendo todos. No. Ahí sólo Sosa, Olmos y Soraire. Y yo. Y Torales.
-¿Alguien más?
-Que yo recuerde, no
-¿Personal femenino? ¿Sólo usted?
-Que yo recuerde, sí
-¿Qué tiempo estuvo con el menor?
-Desde mediodía, hasta que llegó el tercio entrante, a las 17.
-¿Se quedó más?
-Sí, para adelantar trabajo.
-¿Qué es el "tercio entrante"?
-Cuatro o cinco trabajaban de 9 a 17. A ver... Sotelo, Fékter...
-¿Qué está contando? Dígame los apellidos.
-Sotelo, Fékter, ...
-Esa es gente que estaba
-Sí, en el destacamento. Es decir, no, no entraron ahí. O no sé. Estaba contando un tercio entrante. Ah... -suspira nerviosa, se agarra la cara- no sé.
-¿Quién entró a las 17?
-No sé, no recuerdo.
-¿A qué hora se fue?
-A la tardecita. Seis y media, siete.
-¿El oficial de servicio (Torales) también cambia?
-No, porque toma servicio día por medio.

La defensa pide que conste en actas que toma servicio día por medio. Una vez que las partes no tienen más preguntas que hacer, la defensa accede a levantar la reserva sobre Vanesa Orieta, para que pueda presenciar el juicio. Desisten del testigo Sotelo.
La fiscalía pide nuevamente la nulidad del testimonio de Chapero porque, si se condena a Torales, se autoincriminaría por no haber hecho absolutamente nada durante la tortura. La querella adhiere al pedido y agrega que hay posible y grave sospecha sobre Chapero y se desvirtuaría su calidad de testigo, además de que está autorizada a mentir para no autoincriminarse. La defensa la considera una petición inadmisible: "ustedes están defendiendo a una persona que supuestamente se está autoincriminando y participó de una tortura".

El Tribunal no autoriza lo solicitado por la querella y la fiscalía.


El juicio continúa mañana a las 12 con los alegatos de las partes. Florio 2765, San Justo, La Matanza.

miércoles, 6 de mayo de 2015


Golpes Bajos


Si alguno o alguna piensa que la pelea del siglo comenzó y terminó en la madrugada del domingo 3 de mayo, pues lamentamos comunicarle que el error es grave. Batallas, lo que se dicen peleas en serio, a todo o nada, no son aquellas que reparten millonadas, cuentan con espectadores que la levantan en grúas y se hacen a miles de kilómetros de Buenos Aires. No señor. Ni a palos. Están más cercanas, muchas veces, a un colectivo, o dos a lo sumo, de distancia.
Ahora bien, existen, es lícito reconocerlo, similitudes entre combates. En la disciplina pugilística se sanciona, salvo excepciones de jueces afines a la teca, todo golpe por debajo de la cintura del oponente. Esto, conocido en el ambiente de las narices chatas como “Golpe Bajo”, puede producir un simple descuento de puntos o, en casos que se cuentan con los dedos de una sola mano, la descalificación definitiva. No siempre, pero muchas veces, la sistemática apelación al golpe bajo da cuenta de la superioridad del contrincante, de saberse inferior e intentar emparejar la cosa esgrimiendo argumentos poco nobles.
Ayer, hace apenas unas horas, presenciamos la segunda jornada del juicio por Luciano. Al igual que el lunes, algunos abogados defensores de Torales se vistieron de púgiles y apuntaron por debajo del cinturón. Si hace dos días Mónica, la mamá de Luciano, tuvo que soportar la inapropiada y estigmatizante pregunta sobre su sentir acerca de un hijo cartonero; hoy, Vanesa, su hija y hermana de Luciano, sufrió algo similar ante interrogaciones sobre su vida personal que poco y nada tienen que ver con la causa, con el juicio, con Luciano. Se sabe, además, que el recurso del Golpe Bajo apunta a desconcertar a la víctima, a correrla del eje, a llevarla hacia terrenos emocionales negativos, para que sea ganancia de pescadores ese asqueroso río revuelto.
Sin embargo, no pudieron. A pesar de ser el Estado, pues eso es un policía y quien lo defiende, de contar con semejante ventaja, no pudieron. Ni Mónica ni Vanesa le escaparon al desafío, mas tampoco jugaron en la arena que el otro pretendía. Con sus cartas sin marcar, las de la verdad, la justicia, la honradez, miraron de frente, algo que no todos pudieron hacer en esa sala, y contestaron con una altura digna de las mejores campeonas de mil batallas. A veces, los golpes bajos sacan de quicio y dejan servida la partida al que los propina. En otras, sublimes, solo demuestran la pequeñez de quienes los ejecutan.

Golpes Bajos


Golpes Bajos


Si alguno o alguna piensa que la pelea del siglo comenzó y terminó en la madrugada del domingo 3 de mayo, pues lamentamos comunicarle que el error es grave. Batallas, lo que se dicen peleas en serio, a todo o nada, no son aquellas que reparten millonadas, cuentan con espectadores que la levantan en grúas y se hacen a miles de kilómetros de Buenos Aires. No señor. Ni a palos. Están más cercanas, muchas veces, a un colectivo, o dos a lo sumo, de distancia.
Ahora bien, existen, es lícito reconocerlo, similitudes entre combates. En la disciplina pugilística se sanciona, salvo excepciones de jueces afines a la teca, todo golpe por debajo de la cintura del oponente. Esto, conocido en el ambiente de las narices chatas como “Golpe Bajo”, puede producir un simple descuento de puntos o, en casos que se cuentan con los dedos de una sola mano, la descalificación definitiva. No siempre, pero muchas veces, la sistemática apelación al golpe bajo da cuenta de la superioridad del contrincante, de saberse inferior e intentar emparejar la cosa esgrimiendo argumentos poco nobles.
Ayer, hace apenas unas horas, presenciamos la segunda jornada del juicio por Luciano. Al igual que el lunes, algunos abogados defensores de Torales se vistieron de púgiles y apuntaron por debajo del cinturón. Si hace dos días Mónica, la mamá de Luciano, tuvo que soportar la inapropiada y estigmatizante pregunta sobre su sentir acerca de un hijo cartonero; hoy, Vanesa, su hija y hermana de Luciano, sufrió algo similar ante interrogaciones sobre su vida personal que poco y nada tienen que ver con la causa, con el juicio, con Luciano. Se sabe, además, que el recurso del Golpe Bajo apunta a desconcertar a la víctima, a correrla del eje, a llevarla hacia terrenos emocionales negativos, para que sea ganancia de pescadores ese asqueroso río revuelto.
Sin embargo, no pudieron. A pesar de ser el Estado, pues eso es un policía y quien lo defiende, de contar con semejante ventaja, no pudieron. Ni Mónica ni Vanesa le escaparon al desafío, mas tampoco jugaron en la arena que el otro pretendía. Con sus cartas sin marcar, las de la verdad, la justicia, la honradez, miraron de frente, algo que no todos pudieron hacer en esa sala, y contestaron con una altura digna de las mejores campeonas de mil batallas. A veces, los golpes bajos sacan de quicio y dejan servida la partida al que los propina. En otras, sublimes, solo demuestran la pequeñez de quienes los ejecutan.